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martes, 3 de enero de 2012

Epifanía


Tal vez esos sueños constantes debieron ser tomados como premonición o tal vez el repentino cambio de humor debió ser tomado como un augurio perverso de lo que sucedería.
Noche tras noche me encontraba en el mismo callejón sin saber cómo había llegado allí y con la extraña sensación de conocer cada rincón de aquel lugar.


Sobresaltado sentía como mi respiración y mi corazón se agitaban sin cesar; al mismo tiempo miles de horrorosas imágenes bombardeaban mi mente y justo al sentir que mi cabeza estallaría me encontraba de nuevo en mi habitación envuelto en llanto y en medio de una gran confusión.

Noche tras noche la misma historia, solo podía sentir alivio al despertar, incluso las noches para mí se convirtieron en una inmensa tortura, no quería cerrar mis ojos y sentir de nuevo ese inmenso terror que taladraba mi ser cada noche.


Café, algo de alcohol y unos cuantos cigarrillos se convirtieron en mi forma de apaciguar ese sentimiento que me embargaba, un temor desconocido e infundado que crecía en mi interior como un cáncer... al comienzo imperceptible pero que rápidamente comienza a extenderse y a carcomer todo a su paso.

No podía concentrarme en absolutamente nada, en cualquier momento esa extraña sensación me invadía de nuevo, y ya no podía escapar, ni siquiera estando despierto.
Mi vida empezó a tornarse un verdadero suplicio, no encontraba lugar alguno donde pudiese sentir un poco de paz, me aleje de todo y de todos.

Los simples comentarios se me antojaron mezquinos, las sonrisas insípidas y los saludos agrios cualquier pequeñez provocaba en mi una ira incontenible, un sentimiento perverso que deseaba destruir todo y a todos a su paso.

Realmente creo que nunca lo pensé, tal vez en algún instante la idea cruzó por mi mente, pero debió ser tan fugaz que no pude percibirlo... hasta que fue demasiado tarde, hasta que esta ya se había apoderado de cada célula existente ...


Y allí estaba yo en ese agujero negro en el que caí hace tiempo y del que creo que no podre salir; y allí estaba yo lleno de rencor por esta existencia absurda y letal que me destruye día tras día; y allí estaba yo gritando NO MAS, gritando NO VALE LA PENA ... gritando simplemente gritando.

Deje de respirar unos segundos y todo pareció tener sentido en mi cabeza, decidí sin darme cuenta que terminaría con todo lo que odie, con todo lo que me transgredió, lo que me hirió aunque hubiese sido de la manera más insignificante.
Hacia algunos meses había encontrado de manera fortuita la receta, y decidí sin saberlo que sería de esta manera como todo sucedería.

Una invitación fue enviada y la familia acudió a pasar un fin de semana tranquilo en una hermosa casa a las afueras de la ciudad. Un maravilloso festín fue servido y todos devoraron hasta saciarse.
El fin de semana fue tan efímero como un sueño y de nuevo la rutina de la semana empezó, un postre fue ofrecido y en menos de diez minutos concurrieron todos a extasiarse con tan increíble manjar.

Todos absolutamente todos celebraron tanta amabilidad y nadie absolutamente nadie desprecio el presente, definitivamente esta en nuestra naturaleza querer beneficiarse sin esfuerzo alguno, sin razón alguna, que repugnante!.
 

Como siempre todo es cuestión de tiempo y esperar hace que se aprecien mejor las cosas; al igual que en la hermosa casa tome los audífonos y me prepare para lo que vendría... los acordes de Carmina Burana emergieron a mis oídos en una sinfonía majestuosa mientras uno a uno veía caer a mi alrededor a todos mis verdugos.

Fue la imagen más hermosa que jamás hube visto, se desplomaban uno a uno mientras la música llegaba a su apogeo, me sentí dirigir la sinfonía perfecta... no hubo gritos ; solo magníficos coros brotando de aquellos rostros.
Mi corazón se sentía estallar, creo que nunca contemple una belleza tan extrema creo que nunca había apreciado la obra de Carl Orff como en aquellos días cuando su obra se fusionó con la mía.


Al final un hermoso silencio sobrevino y a mi alrededor un campo de rostros en paz florecía, camine casi flote sobre ellos y solo pude agradecer en silencio su generosidad para llenar mi alma con algo de regocijo... hacia tanto tiempo que no era capaz de sentirlo.


Salí del edificio tranquilamente y camine sin rumbo por unos instantes y sin notarlo me encontré en aquel callejón que había soñado tantas veces pero todo era diferente; ya no era el miedo el que me embargaba, ya no era la oscuridad lo que percibía, ya no veía las imágenes que taladraban mi cabeza, solo paz una infinita paz era lo que sentía.

Definitivamente todo podría ser mejor, lo intuí y en aquel momento decidí dejar la poción que había reservado para mí.
Había alejado aquella terrible sensación aunque no supe por cuanto tiempo, bueno la verdad eso no importa porque logré apaciguar mis demonios y cuando sea necesario sabré como apaciguarlos de nuevo...

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